viernes, agosto 11, 2006

Colaboracion especial

Vuelvo a la carga! Ya os contare, he estado de vacaciones por Berlin, Praga, un poquito de Polonia... y tambien en Dresden, que ningun sitio como casita.

Pero, para irme reincorporando poco a poco, hoy de la entrada se va a encargar Maria, que me estuvo visitando hace poco y me ha dado el inmenso placer de escribir unos parrafos sobre sus dias por aqui. Muchisimas gracias, Maria, eres la mejor! Y al resto de mis visitantes, les invito a tomar ejemplo, si les apetece.

Besos pa' to' quisqui! Y ahora, os dejo con Maria:

--------------------------------------------------------

Es complicado descubrir una ciudad en apenas tres días y encima pretender escribir sobre ella. Demasiado ostentoso para mí. Sólo intentaré transmitir lo agradable y bella que me resultó no sólo la ciudad sino la visita. Y es que al final los recuerdos no sólo quedan de haber visto edificios estupendos y lugares peculiares, sino de la compañía que ha perdido su tiempo enseñándote y explicándote cada pequeño detalle. Una pena que mi cerebrín no haya podido asimilar todos los datos y anécdotas.

La verdad es que puedo decir que Dresden es una ciudad encantadora. A ambos lados del Elba (igualito que el manzanares…) y atravesada por el “Puente Augusto” que comunica la antigua y la nueva ciudad (Neustadt). Encuentras edificios que fueron bombardeados totalmente reconstruidos (la historia de los bombardeos te la dejo a ti, Saul). Edificios coronados en su mayoría con motivos dorados; normalmente no me gusta el oro, pero de verdad que hacen resplandecer estas “construcciones barrocas” (Ares. 2006) jeje.

Quiero seguir un cierto orden en todo esto (¿orden yo?) porque si no va a ser imposible. Así que lo primero de todo es el regreso de “verano azul” porque nada más llegar me montaron en una bicicleta y tuve que recordar cómo se mantenía el equilibrio en uno de estos aparatejos. Diez minutos enredando en los platos y los piñones y ya se puede comenzar a ver la ciudad. ¿Qué ruta cogemos? Optamos por seguir la vereda del río y fue, os lo aseguro, una excelente decisión. Grandes explanadas de hierba a ambos lados del Elba donde la gente toma el sol, lee, almuerza o simplemente descansan. Un poco más apartado del río hay otras explanadas de arena simulando la playa donde tienen tumbonas, chiringuitos y campos de voley-playa. No fueron pequeñas las tentaciones de aparcar la bici allí mismo el primer día de turismo, pero si lo hubiera hecho no estaría escribiendo esto. Cuando llegamos a la ciudad no podía salir de mi asombro. El edificio de la ópera es magnífico (y eso que no entramos dentro); el palacio real, las iglesias católicas y protestantes… Hay que verlo con los propios ojos; no puedo hablar del tipo de construcción (barroca, neo-clasica, o lo que sea) pues soy profana en la materia pero aun así mi vista no ha sido inmune a la belleza que alberga este lugar, entiendas o no de arte. Abandonar las bicis a su suerte en un parking en la calle e ir a probar la excelente gastronomía de este país. En estos días dejé hundidos todos aquellos prejuicios que se puedan tener sobre Alemania (lo que hace la ignorancia). Se come fenomenal. No sólo fenomenal sino que además se come sano si uno quiere (supongo que como en la mayoría de los sitios del mundo).

Visitamos otra Iglesia con intención de subir a la cúpula para ver la panorámica desde las alturas. Esa manía de ver todo por encima. El caso es que, tras robarnos un dineral por la entrada, nos disponemos a subir decenas de escaleras y cuál es nuestra sorpresa cuando encontramos ¡¡¡un ascensor!!! Esto fue muy curioso. Qué maravilla de vistas desde arriba. Paseamos un poco más y mis piernas pedían descanso. Pues dobla una esquina en Dresde y encontrarás un parque. Es fantástica esa composición de ciudad y naturaleza. La Alemania gris que esperaba ver quedó enterrada como tantos estúpidos ideas creadas sin conocimiento de causa. Tras un descanso bien merecido (cuán dura es la vida del turista…) fuimos a darnos otro homenaje que ya pedía el cuerpo; y es que si vais a ver a Saúl, acordaos de llevar un paquete de café en la mochila, jejeje. Si no, es capaz de tenerte 4 días intentando desintoxicarte de cafeína. Total que estuvimos en la calle de los bares para los “guiris” como yo. Nos sentamos en una terraza y nos tomamos un café con una bola de helado. ¡¡¡Pero no acaba ahí nuestro día de turismo!!! Y es que pasamos por una calle con un enorme mural a lo largo de una pared “La procesión del príncipe” que se supone representa los gobernantes de Sajonia (creo) desde el XII hasta el XX, pero que según Saúl están pobremente personificados en cuanto a vestimentas y semblantes puesto que se supone que no hay imágenes de la mayoría de ellos.

Comienzo a resumir porque si no esto se hace eterno. La noche es fantástica: en la ciudad nueva hay un buen ambiente con bares y zonas de copas y gente en la calle un miércoles a las 2 de la mañana. Botellones en la calle con las bicicletas incluidas (es alucinante la cultura de la bici). La noche sigue siendo fantástica si os acercáis a la ciudad antigua. Están iluminados los edificios más importantes y es un efecto mágico el de la oscuridad y la luz bien enfocada a estas obras; una sensación que por el día no se tiene pues limpia la ciudad de elementos que pueden distraer la atención de ellos. Ellos son los protagonistas exclusivos de la noche, los elegidos.

No quiero extenderme mucho más (creo que ya me he pasado tres pueblos) sólo unos detalles curiosos y para que no parezca todo maravilloso y alguien piense que soy una persona objetiva y cuerda:

No hay aire acondicionado en ningún sitio público. Así que se me ocurren dos cosas; abanico en mano durante todo el día y la noche; alguien podría comercializarlos allí! Todo un negocio…

Hay una figura espantosa (El jinete dorado) pero digna de acercarse si es que no te ciega ella inesperadamente de Augusto el Fuerte. Toda dorada y con un aire demasiado cercano al de la familia Borbon. (Es familiar directo seguro, si alguien lo investiga que nos informe)

Hay unas casas escondidas en la ciudad nueva con las fachadas decoradas con diferentes motivos (jirafas, monos, y otras que casi no recuerdo) por artistas. Merece la pena acercarse a verlas sin duda. Yo quería comprarme una allí. Una pena que me pille tan lejos de Madrid.

Es de obligatoria visita los Biergarten (Jardines de la cerveza). Nos tiramos una tarde prácticamente entera en uno de ellos tras nuestra desesperada búsqueda del “museo de la higiene” (sin comentarios). Ya se notaban los efectos de las horas en bicicleta (entendí por qué se dopan los ciclistas…) y paramos en uno de ellos. Son una especie de merenderos con bares donde coges tu cervecita y tus patatas (si te encuentras en estado de inanición avanzado, ejem) y te vas al merendero a disfrutarlo. Es simple pero está fenomenal. Allí van los alemanes y te mezclas entre ellos (puedes pasar desapercibido… hasta que sacas el abanico, ¡claro!).

Espero haberos aburrido enormemente (parece que era mi objetivo principal), pero que os haya entrado el gusanillo de ir a visitar a Saúl; un gran anfitrión, en serio. Yo espero volver en algún momento porque en tan poco tiempo me perdí demasiadas cosas (cualquier excusa es buena para salir de viaje, ¿no?)

Un saludo y un placer.

María

No hay comentarios: